Hoy te invito a abrir un diario. Sí, un cuaderno íntimo donde guardar tu verano. No un diario rígido, sino un compañero de viaje, flexible, ligero, que recoja impresiones, sensaciones, descubrimientos.
1: El diario como espejo del verano
El verano se caracteriza por lo inesperado: un viaje, un encuentro, una siesta, una tormenta breve. Todo eso puede ser guardado en tu diario. No hace falta escribir cada día. Basta con anotar momentos que quieras recordar.
2: Confesión personal
Siempre empiezo un diario en verano. Y nunca lo termino. Pero aprendí que eso está bien: los diarios no tienen por qué ser completos. Son fragmentos, ventanas abiertas a una época. Y al releerlos, descubro cosas que de otra forma habría olvidado: un olor, un sabor, una conversación banal pero significativa.
3: Ejercicio guiado – El diario sensorial
Escribe una página de tu diario centrada en los sentidos.
- ¿Qué viste hoy que te sorprendió?
- ¿Qué sonidos acompañaron tu tarde?
- ¿Qué sabores marcaron tu comida?
- ¿Qué temperatura tenía el aire en tu piel?
Escribir con los sentidos es otra forma de recordar más allá de las palabras.
4: Recomendaciones prácticas
- Escoge un cuaderno bonito, que invite a escribir.
- No escribas siempre en el mismo lugar: deja que el diario se impregne de sitios distintos.
- Incluye dibujos, tickets, flores secas. Tu diario puede ser un collage del verano.
- No te preocupes por la continuidad: escribe cuando lo sientas.
Recapitulación
El diario estival no busca ser perfecto. Busca acompañarte. Es un espejo portátil, un pequeño refugio donde detenerte y mirar tu verano desde otro ángulo.
