Vamos a hablar de escribir desde los viajes. El verano nos lleva a movernos: cerca o lejos, pero siempre hacia un lugar nuevo. Y esos desplazamientos son una fuente inagotable de escritura.
1: El viaje como relato
Viajar es siempre contar una historia. Incluso si no escribes nada, al volver, lo primero que haces es narrar: “Fuimos aquí, vimos esto, probamos aquello.” El cuaderno de viaje lo que hace es adelantarse, recoger esas historias en el momento en que ocurren.
2: Confesión personal
Conservo un cuaderno de un viaje de verano a Italia. Está lleno de garabatos, direcciones, frases sueltas. Y aunque en su momento lo vi como caótico, hoy lo agradezco: cada palabra es una llave que abre un recuerdo que creía olvidado.
3: Ejercicio guiado – Una postal de viaje
Aunque no viajes lejos, escribe una “postal” desde donde estés. Breve, visual, como si la mandaras a alguien querido. Ejemplo:
“Querida amiga,
te escribo desde una plaza donde el sol rebota en las fachadas color ocre. El helado se derrite en mi mano y los turistas hacen fotos sin parar. Ojalá estuvieras aquí.”
Haz lo mismo tú, desde tu lugar de vacaciones o desde tu ciudad.
4: Recomendaciones prácticas
- Lleva un cuaderno pequeño, que quepa en el bolsillo.
- Escribe fragmentos: no busques narraciones largas, solo capturas.
- Usa mapas, entradas, billetes como material de tu cuaderno.
- Deja que lo caótico conviva con lo poético.
Recapitulación
Cada viaje se compone de momentos fugaces. El cuaderno de ruta es la forma de guardarlos. No para publicarlos, no para exhibirlos, sino para que al abrirlo, años después, revivas tu viaje con intensidad.
